Lima ha subido sus bonos. No hay duda. Luce más cuidada, crece como atractivo turístico y, aunque sufra mucho por el desborde demográfico y vehicular, se abre como un largo abrazo para todo aquel que desee visitarla. Tal vez sea el reflejo de un país con buenas cifras (que los entendidos en economía sabrán explicar). Y quizás esta innegable mejoría se vea reflejada en un orden de cosas menos serias pero, a la vez, importantes. Por ejemplo: la gama de conciertos que uno nunca pensó apreciar en directo. El 2009, que empieza a cerrarse, ha sido pletórico en visitas musicales como nunca antes (a pesar de que en años anteriores hemos recibido a gente importante, este año crecimos al punto de situarnos casi a la par de otras ciudades sudamericanas como Santiago de Chile o Buenos Aires). Y digo casi, porque aún falta.
Este año, Lima recibió a bandas largamente esperadas (y claramente vigentes): los casos más saltantes fueron los de Iron Maiden, que convocó a más de 30 mil almas en el Estadio Nacional (la ausencia de pirotecnia fue largamente compensada con la diestra performance del sexteto); Depeche Mode, que atrajo a una masa compacta de sufridos fanáticos en la explanada del Monumental; recinto que también cobijó al interminable Peter Gabriel, el ex líder de Génesis arrancó sonoros aplausos y la reverencia de todos los que aprecian sus conocidas exploraciones y exóticos resultados. Además de Kiss, claro, incluidos la larga lengua de Gene Simmons, el carisma de Paul Stanley y el carnaval pirotécnico por todos conocido.
Oasis en el Nacional también fue impecable y adquiere hoy mayor relevancia si nos ponemos a pensar que los hermanos Gallagher han roto palitos y que difícilmente se los pueda volver a apreciar juntos. Pet Shop Boys trajo electrónica pura, Faith No More reventó el Jockey Club (una lástima que muchos se lo perdieran) y The B-52s convirtió un lado del coloso José Díaz en una pista de baile, con los legendarios New York Dolls como antesala. The Killers fue tal vez la primera banda de los años 2000 que llega a Lima en su momento. Aunque lo mismo podría decirse de James Blunt. Mientras que el público adulto apreció las presentaciones de Roger Hodgson (ex vocalista y tecladista de Supertramp) y del saxofonista Kenny G.
Y hubo lugar para Soul Asylum, que inició el año musical en el Parque de la Exposición; para el metal extremo de Morbid Angel, y el combo Exodus + Kreator; y para las dos presentaciones de los remendados Skid Row (ya sin Sebastian Bach) y la de Paul DiAnno, vocalista original de Iron Maiden.
En la vereda opuesta, los mayores pudieron ver en directo a cantantes que han hecho historia y forman parte de un imaginario museo de la balada romántica: este año nos visitaron los inmortales Raphael (que aún se siente como un chiquillo), Camilo Sesto (en gira de despedida) y el siempre calmo José Luis Perales, además de Paloma San Basilio, Gloria Estefan y Laura Pausini.
La salsa nos brindó a un embajador inmejorable: Rubén Blades volvía con sus Seis del Solar tras varios años de gestión pública en Panamá y daba un recital memorable de 3 horas en el Monumental. Y también a su ex socio: Willie Colón, quien compartió escena con Marc Anthony (sin J. Lo). Vinieron Juan Luis Guerra y la “Mujer de Fuego” (Olga Tañón). Y claro: El Cigala.
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